jueves, 18 de octubre de 2012

Cowboy de medianoche (1969) - John Schlesinger


En 1969 se estrenó Cowboy de Medianoche augurando algo demasiado terrible como para ser mirado a la cara: que el destino de aquellos que viven, forzosamente, al margen de las pautas y la sociedad establecida, es el desarraigo y la soledad más absoluta, que la marginación vence como un titán a la ingenuidad o el escepticismo, que el amor no se sostiene para aquellos que no poseen derechos, que las ilusiones, por extraordinarias que sean, se perderán como nebulosas absorbidas por la estratosfera.

Tan pesimista visión social, es contada, sin embargo, con una ternura y un amor por aquellos excepcional. Joe y Rico viven en la más absoluta de las miserias, pero en vez de pudrirse como todo lo que les rodea, luchan en contra de su podredumbre, el primero queriendo ser alguien, queriendo aprovechar las virtudes que se le han dado por una vida mejor, de él y su compañero. Rico, más agrio, más maltrecho, utiliza todas las artimañas de su inteligencia y su ironía por salir adelante, a pesar de que nunca reconozca la trascendencia de sus actos, ya que estos se mueven, nada más y nada menos, que por amor, por un amor imposible (sobre todo en la realidad), sólo realizable a un modo platónico, pero que le golpea en la cara cada vez que aparece el monstruo de los celos.

Y tan magníficos caracteres son aprovechados, sobre todo por Dustin Hoffman, a la manera en que sólo uno de los mejores actores de la historia sabe hacer: la imagen patética que desprende Rico va mucho más allá de la tristeza o la pobreza, caracteriza a un ser humano ejemplar en cuanto a sus motivaciones y ejemplar en cuanto al grupo que representa.

Ese grupo de hombres, presente en todas las culturas en todos los momentos del globo, que por no poseer no pueden poseer nada, ni una vivienda, ni comida para llevarse a la boca, ni un amor que les impulse a salir adelante, pues todo lo que es normal en el mundo en el que vivimos, a ellos les es negado, abocándolos a una desaparición silenciosa y callada, ante la cual nadie se mueve, nadie la escucha.

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