sábado, 20 de octubre de 2012

Alemania, año cero (1948) - Roberto Rossellini


Así fue Europa -y concretamente Alemania, más aún, Berlin- en 1947. Un continente que siempre se creyó el centro del mundo. Conoció guerras, unas más cortas, unas más largas, por la primacía en el continente. Pero nunca conoció una guerra tan devastadora como la Segunda Guerra Mundial: muchas ciudades quedaron en ruinas, incluso algunas se abandonaron; millones de personas perdieron la vida; hizo falta algo más que el esfuerzo para salir de esta jungla de ruinas: hizo falta la fe hacia un futuro mejor.

En "Alemania año cero", Rosselini nos muestra la visión descarnada de un Berlín convertido en un oscuro lugar donde hay una lucha por la supervivencia. Cuesta creer que la capital fuese así, pero lo fue. Por sus calles deambula Edmund, un niño de 12 años que tiene que sobrevivir como sea: haciendo estraperlo, robando, trabajando. Tiene que mantener a una familia desestructurada: un hermano que no quiere trabajar por miedo a que le reconozcan tras haber servido en el ejército alemán, una hermana que tiene que resignarse ante todo, y un padre enfermo y anciano, que ha tenido que vivir en un medio siglo convulso.

Edmund se convierte en un monstruo precoz (a veces los monstruos no nacen, se hacen, y todo ello a través del ambiente en el que se crece), y comete una tragedia, de la que no hablaré aquí, para ver si despierto la curiosidad y animo a ver la película.

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