jueves, 31 de mayo de 2012

Johnny Guitar (1954) - Nicholas Ray


Vienna (Joan Crawford) ha instalado una casa de juego y bebida con la esperanza de que un futuro su negocio prospere con la llegada del ferrocarril. Para ambientar el local llama a su antiguo amante, el guitarrista Johnny Guitar (Sterling Hayden).
Sus planes sufrirán la oposición de Emma Small, una mujer que odia a Vienna y desea su marcha del lugar.
Una de las cintas del oeste más importantes de los años 50, período en el cual, sin perder los parámetros tradicionales que delimitan el histórico género, algunos westerns, especialmente tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, alcanzaron una proyección psicológica reseñable por su profundidad y complejidad, que ayudaban a madurar las clásicas propuestas y motivos, y a inundar la tipología y mitología westeriana con simbologías y lirismos acompañando la cavilación reflexiva sobre personajes solitarios de difícil integración, generalmente antihéroes, significados por la amargura, la melancolía y unas contradicciones emocionales que les situaban en difíciles conflictos personales e interpersonales, generalmente ubicados en microcosmos con caracteres de definición universal.
En “Johnny Guitar” confluyen algunas de las características básicas del cine de Nicholas Ray, uno de los autores más interesantes e inteligentes del cine de Hollwood, aquí desarrollando un western de tipo revisionista, en el cual se desvía de la mera exaltación hombruna tan característica del género para incorporar el enfrentamiento clave entre dos personajes femeninos fuertes, aguerridos y decididos, que incluso trastocan el color concedido en su vestimenta a “buenos y malos”, alejándose de la violencia/muerte/venganza entendida como fin, para emplearla como medio de deliberación sobre la misma y sus consecuencias (también aparece latente su preocupación por la adolescencia y la juventud en algún personaje, preludio de “Rebelde sin causa” o “Al este del Edén”), una mirada a la frustración y represión sexual, y al conflicto de intereses sentimentales o pecuniarios, con denuncias, acosos y coacciones que Ray emplea como una clara alegoría sobre la Caza de Brujas impulsada por el senador McCarthy a la que Sterling Hayden estuvo sometido.
También Ray y el guionista Philip Yordan habían estado en la órbita del comité de actividades “antiamericanas”.
A lo largo del film se aprecia el excelente sentido estético y melodramático de Ray, con un empleo extremo del cromatismo de carácter pictórico y el estupendo uso de los habitáculos como deponente colorista de unas situaciones marcadas por una intensidad fuera de lo común y una perspectiva en localizaciones y escenarios interiores influenciada por el célebre arquitecto Frank Lloyd Wright, maestro de Ray.
Es muy plausible el sentido climático de tensión, mantenido con un pulso narrativo brioso y diálogos secos, cortantes, directos, amenazadores, imbuidos en muchas ocasiones de cinismo e ironía, que urgan en las debilidades y fortalezas de un completo muestrario de personajes, en sus deseos, en sus esperas, en sus odios, en sus encuentros, en sus celos, en sus pasiones…
Para cumplimentar su producto Ray se rodea de grandes colaboradores, como el operador Harry Stradling, genial tanto en la fotografía de los exteriores de Arizona como de interiores, el citado guionista Philip Yordan, quien adapta de manera magistral el libro de Roy Chanslor, o el compositor Victor Young, quien co-escribe la canción interpretada y compuesta por la gran cantante de pop y jazz Peggy Lee.
La fenomenal capacidad de Nicholas Ray para sonsacar actuaciones de primera magnitud a sus intérpretes, con especial énfasis en las miradas, los gestos, los rostros o los estudiados movimientos, se aprecia en las actuaciones de un reparto extraordinario, liderado por Joan Crawford, Mercedes McCambridge (ambas aborreciéndose dentro y fuera de la pantalla, algo que también le sucedía a Joan, mujer de marcada personalidad, con Hayden y, al margen de este film, con Bette Davis), y Sterling Hayden, éste cargado con su guitarra y sus sonidos country & western, sin olvidar a Ernest Borgnine, Scott Brady o John Carradine.
En definitiva, un título esencial en la filmografía de Nicholas Ray, lo que ya supone decir mucho.

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