Vienna (Joan Crawford) ha instalado una casa de juego y bebida con la
esperanza de que un futuro su negocio prospere con la llegada del
ferrocarril. Para ambientar el local llama a su antiguo amante, el
guitarrista Johnny Guitar (Sterling Hayden).
Sus planes sufrirán la oposición de Emma Small, una mujer que odia a Vienna y desea su marcha del lugar.
Sus planes sufrirán la oposición de Emma Small, una mujer que odia a Vienna y desea su marcha del lugar.
Una de las cintas del oeste más importantes de los años 50,
período en el cual, sin perder los parámetros tradicionales que
delimitan el histórico género, algunos westerns, especialmente tras el
fin de la Segunda Guerra Mundial, alcanzaron una proyección psicológica
reseñable por su profundidad y complejidad, que ayudaban a madurar las
clásicas propuestas y motivos, y a inundar la tipología y mitología
westeriana con simbologías y lirismos acompañando la cavilación
reflexiva sobre personajes solitarios de difícil integración,
generalmente antihéroes, significados por la amargura, la melancolía y
unas contradicciones emocionales que les situaban en difíciles
conflictos personales e interpersonales, generalmente ubicados en
microcosmos con caracteres de definición universal.
En “Johnny Guitar” confluyen algunas de las características básicas del
cine de Nicholas Ray, uno de los autores más interesantes e inteligentes
del cine de Hollwood, aquí desarrollando un western de tipo
revisionista, en el cual se desvía de la mera exaltación hombruna tan
característica del género para incorporar el enfrentamiento clave entre
dos personajes femeninos fuertes, aguerridos y decididos, que incluso
trastocan el color concedido en su vestimenta a “buenos y malos”,
alejándose de la violencia/muerte/venganza entendida como fin, para
emplearla como medio de deliberación sobre la misma y sus consecuencias
(también aparece latente su preocupación por la adolescencia y la
juventud en algún personaje, preludio de “Rebelde sin causa” o “Al este
del Edén”), una mirada a la frustración y represión sexual, y al
conflicto de intereses sentimentales o pecuniarios, con denuncias,
acosos y coacciones que Ray emplea como una clara alegoría sobre la Caza
de Brujas impulsada por el senador McCarthy a la que Sterling Hayden
estuvo sometido.
También Ray y el guionista Philip Yordan habían estado en la órbita del comité de actividades “antiamericanas”.
También Ray y el guionista Philip Yordan habían estado en la órbita del comité de actividades “antiamericanas”.
A lo largo del film se aprecia el excelente sentido estético y
melodramático de Ray, con un empleo extremo del cromatismo de carácter
pictórico y el estupendo uso de los habitáculos como deponente colorista
de unas situaciones marcadas por una intensidad fuera de lo común y una
perspectiva en localizaciones y escenarios interiores influenciada por
el célebre arquitecto Frank Lloyd Wright, maestro de Ray.
Es muy plausible el sentido climático de tensión, mantenido con un pulso
narrativo brioso y diálogos secos, cortantes, directos, amenazadores,
imbuidos en muchas ocasiones de cinismo e ironía, que urgan en las
debilidades y fortalezas de un completo muestrario de personajes, en sus
deseos, en sus esperas, en sus odios, en sus encuentros, en sus celos,
en sus pasiones…
Para cumplimentar su producto Ray se rodea de grandes colaboradores,
como el operador Harry Stradling, genial tanto en la fotografía de los
exteriores de Arizona como de interiores, el citado guionista Philip
Yordan, quien adapta de manera magistral el libro de Roy Chanslor, o el
compositor Victor Young, quien co-escribe la canción interpretada y
compuesta por la gran cantante de pop y jazz Peggy Lee.
La fenomenal capacidad de Nicholas Ray para sonsacar actuaciones de
primera magnitud a sus intérpretes, con especial énfasis en las miradas,
los gestos, los rostros o los estudiados movimientos, se aprecia en las
actuaciones de un reparto extraordinario, liderado por Joan Crawford,
Mercedes McCambridge (ambas aborreciéndose dentro y fuera de la
pantalla, algo que también le sucedía a Joan, mujer de marcada
personalidad, con Hayden y, al margen de este film, con Bette Davis), y
Sterling Hayden, éste cargado con su guitarra y sus sonidos country
& western, sin olvidar a Ernest Borgnine, Scott Brady o John
Carradine.
En definitiva, un título esencial en la filmografía de Nicholas Ray, lo que ya supone decir mucho.
fuente: alohacriticon.com

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