Los niños, unos más que otros, son realmente
adorables. Lo que la gente no suele recordar es lo duro que es ser un
niño. Más allá de ese halo de inocencia, bondad y diversión se esconde
un mundo bastante complejo de incomprensión, reflexión y pérdida de la
inocencia que no solemos recordar porque nos quedamos con los recuerdos
agradables y solemos centrarnos en lo superficial de la infancia. Spike
Jonze, partiendo de la base del celebérrimo libro de Maurice Sendak, ha
querido reflexionar sobre este asunto, y ha resultado una de las más
bellas películas para adultos sobre la infancia que se recuerdan en el
cine.
Max es un niño travieso y sensible que se siente
incomprendido en casa y se escapa a donde viven los Monstruos. Max
desembarca en una isla donde se encuentra con misteriosas y extrañas
criaturas, cuyas emociones son tan delirantes e impredecibles como su
modo de actuar. Los monstruos buscan desesperadamente un líder que les
guíe, igual que Max desea un reino que gobernar. Cuando Max es coronado
rey, promete crear un lugar donde todo el mundo sea feliz. Sin embargo,
Max pronto se da cuenta de que gobernar su reino no es una tarea tan
fácil y que sus relaciones allí resultan ser más complicadas de lo que
pensó al principio.
Desarrollada en un entorno ideal de perfecta
luz y fotografía, repleta tanto de fantasía como de cruda realidad, la
película nos pasea de una manera tan adorable como macabra por los,
nunca mejor dicho, monstruos que un niño suele padecer a lo largo de su
infancia tardía, en ese momento en el que sigues siendo un niño, pero
comienzas a darte cuenta de que no todo es de color de rosa.
El
guión es uno de esos textos regados de palabrería con miles de lecturas,
textos en los que puede ahondarse hasta completar profusamente el texto
fílmico o en los que puede no repararse y quedar en la superficie, en
cualquier caso, textos que invitan a la reflexión humana y a la
comprensión de la infancia, como etapa de madurez, y como estado de
ánimo. Nos habla de amistad, de normas, de derechos y deberes, en
definitiva, de todas esas pequeñas cosas que, aún sin relación directa,
un niño va asimilando.
Los actores son otra de las piezas
importantes de esta película, pero, además de los encargados de encarnar
a los monstruos, actores de renombre como James Gandolfini o Forest
Whitaker y a la familia de Max, es el actor Max Records, el encargado de
dar vida al niño protagonista, el que supone la agradabilísima gran
sorpresa de esta película, con una interpretación a flor de piel y una
fuerza increíble para su papel. Tan adorable, que quieres llevártelo a
casa todo el rato
Y no sería justo terminar este reseña sin hablar
de la magnífica banda sonora de Karen O y Carter Burwell, porque si ya
como disco las canciones funcionaban bien, acompañando a la película son
un auténtico tiro que dota de una fuerza tremenda a los bellísimos y
oníricos planos que componen esta película, lo que además de un regalo
para la vista, supone también un regalo para los oídos. Además, muy
acertadamente, gran parte de dichas canciones están cantadas por niños.
Una
necesaria y reconfortante vuelta a la travesura, a la incorrección y al
no acatar las normas que nos permite disfrutar de dos horas de vuelta a
la infancia desde un punto de vista maduro, adulto, sin algodones. Si queda algo de niño
en vuestros interiores, desde luego no podéis perdérosla por nada del
mundo.
fuente: muchocine.net

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