El largometraje de Stefan Ruzowitzky nos narra cómo un grupo de judíos
capitaneados por Salomon Sorowitsch (Karl Markovics), reconocido
falsificador, son obligados a reproducir todo tipo de documentos para
los nazis, desde pasaportes hasta… dólares. Así, pasarán a tener una
posición privilegiada (dentro de lo que cabe, obviamente) pero multitud
de dilemas morales, puesto que si logran realizar con éxito su cometido
(es decir, fabricar dinero) el poder de sus captores aumentará
considerablemente.
Los falsificadores es una buena (casi notable) película que se beneficia del acertado trabajo de sus actores y de un igualmente correcto apartado técnico (sirva como ejemplo su fría fotografía), pero a la que le falta algo esencial: emotividad. Y ello a pesar de que las miserias, humillaciones (véase cuando uno de los nazis orina sobre Sorowitsch) e injusticias son temas que centran la trama de la misma.
Los falsificadores es una buena (casi notable) película que se beneficia del acertado trabajo de sus actores y de un igualmente correcto apartado técnico (sirva como ejemplo su fría fotografía), pero a la que le falta algo esencial: emotividad. Y ello a pesar de que las miserias, humillaciones (véase cuando uno de los nazis orina sobre Sorowitsch) e injusticias son temas que centran la trama de la misma.
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