El papel que hace Newman aquí, pone el nivel de este film por lo más
alto. Fue por el único que le concedieron un oscar. Ese hombre que hace
más de 20 años que abandonó las mesas de billar como medio de vida y de
llenarse los bolsillos, ahora lo hace mediante las bebidas, encuentra un
día por casualidad en su local, a un chico que juega como los ángeles y
el cual destroza partida tras partida a su protegido, John Turturro.
Esto le hace recordar viejos tiempos mejores y ve un filón para hacer
dinero. Esta es la parte más cándida del film. Lo demás es una clase
magistral de interpretación de Newman, su rostro marcado por el tiempo,
por el sufrimiento, ve espuesto su orgullo muchas veces al permitirle
cosas al jovenzuelo prepotente. Lo intenta enseñar para que se llene los
bolsillos de una manera fácil, con el truco del jugador malo. Consiste
en gano una, pierdo otra, gano una, pierdo otra y van subiendo las
apuestas, hasta que la última partida es con el mejor del local y
jugándose una cantidad estratosférica. El problema es que el chaval es
muy orgulloso y no le gusta perder, con lo cual destroza al primero que
pilla y ya nadie quiere jugar con él. Así que te vas del local con 190
dólares, pudiendo haber sacado 5000. Todo esto lo veremos reflejado
sistemáticamente en las miradas de Paul, como analiza, como estudia,
como actúa, averigüando que debe hacer para que ese niñato entre por el
aro y le llenes los bolsillos.
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