Javier Fesser demuestra con esta película ser un
director muy valiente. En primer lugar porque se atreve con una historia
difícil y en segundo por que lo hace entreteniendo al espectador pero
sin ceder a sus caprichos. No es menester de esta crítica ponerse a
analizar las motivaciones ideológicas de un film centrado en la agonía
de la hija de una familia de miembros del Opus Dei. Bastante polémica ha
levantado ya su estreno. ¿Debe el cine cuestionar un modo de pensar? Lo
cierto es que la pregunta trasciende del discurso cinematográfico.
El director arriesga desde le primera escena. De hecho, arriesga
tanto que a veces se excede, como con la muerte del padre de Camino.
Curiosamente, las partes más flojas son las que supuestamente son la
especialidad de Fesser. El mundo onírico que recrea en los sueños y la
imaginación de la protagonista no está tan logrado como cabría esperar.
La escena de las flores rojas sobre fondo blanco, las apariciones del
ángel y el ratón, el agujero que se abre en mitad de las aguas... Su
belleza es poco plástica y demasiado infográfica. En cualquier caso, es
de agradecer que el realizador no haya renunciado del todo a su
particular estilo y se las haya ingeniado para introducirlas en la
historia sin que parezcan forzadas.
Camino es una película inusitadamente dura. La cámara no se
anda con medias tintas a la hora de mostrar las operaciones y el
deterioro de la niña, aunque quizás su ataque más frontal sea el
ideológico. No cabe duda de que la película se posiciona, aunque -a
ratos- no lo haga de un modo demasiado evidente. Lo certifica cuando
presenta a todos esos curas que sonríen mientras planean en secreto el
destino póstumo de la enferma y sobre todo a través de la madre de la
niña. No por ello el film renuncia a la sonrisa. En ocasiones el
contraste entre las diferentes mentalidades sale a relucir en forma de
humor, bastante blanco pero muy irónico. Así avanza un argumento en el
que lo importante son las personas. Nos interesan los personajes y
mucho. A pesar de su duración, la película se pasa rápido.
El reparto está compuesto por una serie de profesionales muy solventes. A Nerea Camacho
el papel de protagonista le queda un poco grande, una sensación que no
conseguimos quitarnos durante toda la película. Pero teniendo en cuenta
la dificultad del personaje hay que valorar su interpretación como muy
positiva. Además, su cara angelical sienta de maravilla a Camino. Las
interpretaciones de Mariano Venancio y Carme Elias
son estelares. ¡Que entrañable está el primero y qué desquiciada la
segunda! ¡Como miran ambos a su hija en la cama del hospital! Geniales.
Manuela Vellés sigue confirmándose como una actriz muy prometedora.
Sorprende el parecido físico que los maquilladores han conseguido darle
con su hermana en la ficción. El resto de niños y adultos, muy naturales
y caricaturizados según lo requiere la situación.
La música de Rafael Arnau es todo un hallazgo, salvo
cuando recurre a los coros religiosos. Esos contrastes musicales
insisten en los dobles sentidos de la película, otro de sus puntos
fuertes. El mismo título del film adelanta el primero, pero en el tramo
final se van desvelando y complementando todo el resto en una
maravillosa carambola, tan imposible como hermosa. En el fondo Fesser es
un romántico y no ha querido olvidar la historia de amor de su
protagonista. Eso le honra. Si Dios es amor, Camino nunca está más cerca
de él como antes de morir, aunque se llame Mr. Peebles y no Jesús.
¡Que hermosa metáfora!
Lejos de ser una obra maestra, el film de Javier Fesser cumple las
expectativas con creces. Su sello de autor, su fuerza dramática, la
sinceridad de sus personajes y la calidad de sus intérpretes consiguen
sobreponerse al trasnochado mensaje de su crítica religiosa. Pero al
margen de su inestimable valía, Camino es una película muy
importante para el cine español. Demuestra que con fe, otro tipo de
propuestas son posibles. Pero al director de esta película no hace falta
que se lo digan. Lo sabe mejor que nadie.
fuente: precriticas.com

No hay comentarios:
Publicar un comentario