viernes, 16 de marzo de 2012

Ciudad de Dios (2002) - Fernando Meirelles


«Ciudad de Dios» nos retrata de manera brillante, precisa y descarnada el discurrir abrupto de la existencia de los desheredados confinados en esta prefabricada barriada marginal de favelas levantada en los años 60 en los suburbios de Río de Janeiro. Y lo hace a través de una profunda y prolongada mirada que recorre el devenir de un grupo de mocosos desde sus primeros escarceos delictivos asaltando camionetas del gas allá a finales de los años 60 hasta el culmen de la tropelía sangrienta y atroz en que devendrá su particular biografía bien mediados los 80.
Se han planteado múltiples referentes al acercarse a esta obra: «Amores Perros», «Uno de los Nuestros», «Malas Calles»… Pero lo cierto es que «Ciudad de Dios» es sobre todo un filme con una identidad completamente particular tanto a nivel técnico como conceptual, que trasciende cualquier paralelismo.
Respetando la estructura de Paulo Lins en tres alturas, entreteje con fina y hábil pretura un tapiz narrativo espectacularmente armónico y ligero a pesar de las dos horas largas de duración. Son innumerables los recursos cinematográficos que son hábilmente puestos al servicio de una historia siempre ágil que crecerá en ritmo e intensidad acompañando a los personajes en el descenso a los infiernos hasta desembocar en el paroxismo de la degradación y la violencia, donde el asesinato no llega ni a ser anécdota.
El tratamiento de la luz y la fotografía, los sucesivos y particulares flash-back de hilvanado, la selección musical adecuada a cada tiempo escénico, el soberbio montaje, los modos de filmación, todas las piezas encajan milimétricamente en este puzzle de horror. Por no hablar del centenar de actores improvisados rescatados de entre la miseria de las favelas que interpretan con fabuloso realismo lo que para ellos nos sino una burda copia de su cotidianeidad.
Filme escrito en última instancia con lenguaje de ficción pero con la asepsia propia de un documental que destapa el nacimiento y desarrollo del gangsterismo organizado en lo que empezó siendo un poblamiento habitacional para personas sin recursos y que el abandono por parte de la administración acabó por convertir en una ciudad en la que la única ley que impera es la del más fuerte.
Sin embargo aunque todo parece responder a un determinismo del que nadie puede escaparse, el personaje principal de la trama se abre como un rayo de luz en ese universo desvalorizado al demostrar con su actitud que siempre existe otra vía alternativa a la barbarie, que por mucho que la vida nos condicione, la última decisión siempre es nuestra, aunque a veces comporte la propia muerte.
En cualquier caso una película imprescindible míresele por donde se le mire.
fuente: notasdecine.es

No hay comentarios:

Publicar un comentario