Jaume Canivell (José Sazatornil)
es un empresario catalán de porteros electrónicos que viaja a Madrid
para participar en una cacería junto a su amante con el fin de hacer
contactos para conseguir hacer prosperar su negocio.
Con la desaparición de la dictadura, acabaron los dobles sentidos y las
mil argucias con el fin de eludir la censura, para dar paso a una forma
de expresión totalmente directa y clara.
Una libertad ésta, a la que, paradójicamente, algunos se adaptaron perfectamente, y que por el contrario otros no acabarán de aprovechar.
Una libertad ésta, a la que, paradójicamente, algunos se adaptaron perfectamente, y que por el contrario otros no acabarán de aprovechar.
El caso de Luis G. Berlanga, que exprimirá su sarcasmo contra todo y
contra todos, ahora con total autonomía, es quizás uno de los casos más
representativos, en el que las excesivas ansias por hablar claro, hagan
echar en falta la sutileza de los plácidos o los verdugos.
Dentro pues de este nuevo contexto, totalmente explícito, Berlanga
emprende una trilogía de filmes para poner en solfa todos y cada uno de
los tabúes sociales que habían sido sostenidos durante cuarenta años.
Con “La escopeta nacional”, inicia esta saga de películas corales, en las que cuenta con lo mejor del repertorio español, para poner en escena una cacería, ambientada todavía en tiempos del caudillo, y excusa habitual de la alta burguesía y los políticos franquistas de turno para establecer sus marrulleros contactos especulativos.
En ella aparecerán retratados, -o más bien, ridiculizados-, desde la vieja y arruinada aristocracia, los posibilistas del régimen, el clero y sus nuevos acólitos de la sagrada obra, y como no los nuevos ricos, en la persona de un ambicioso e incompetente empresario.
Con “La escopeta nacional”, inicia esta saga de películas corales, en las que cuenta con lo mejor del repertorio español, para poner en escena una cacería, ambientada todavía en tiempos del caudillo, y excusa habitual de la alta burguesía y los políticos franquistas de turno para establecer sus marrulleros contactos especulativos.
En ella aparecerán retratados, -o más bien, ridiculizados-, desde la vieja y arruinada aristocracia, los posibilistas del régimen, el clero y sus nuevos acólitos de la sagrada obra, y como no los nuevos ricos, en la persona de un ambicioso e incompetente empresario.
Toda una magistral lección de guión por parte de Rafael Azcona, en la
que quizás el desparpajo de su director, nos haga añorar antiguos lenguajes.
fuente: alohacriticon.com

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