jueves, 17 de mayo de 2012

Cautivos del mal (1952) - Vicent Minnelli


El jefe de un estudio reúne en su despacho a una actriz, un director y un guionista, todos ellos en la cúspide de su exitosa carrera, para proponerles trabajar de nuevo con un productor ahora venido a menos (Kirk Douglas). Los 3 han tenido sus problemas personales y profesionales con el productor en el pasado y todos se niegan a volver a trabajar con él, pero el jefe del estudio les recuerda que si están dónde están en ese momento se lo deben precisamente a ese productor. Cada uno de ellos cuenta cómo le conoció, lo que ocurrió entre ellos y cómo llegaron a odiarlo, porque a lo largo de la película se nos muestro lo mal bicho que es Douglas, un productor egoísta y rastrero, sin ningún escrúpulo y capaz de pisotear a quien haga falta, incluso a un amigo, con tal de ganar prestigio y notoriedad..
Es una película sobre el mundo del cine desde su interior. Los tres personajes que relatan su experiencia personal con el productor no cuentan la misma historia desde tres puntos de vista distintos, si no que son tres historias diferentes que, finalmente, convergen.
Estamos ante un dura y descarnada crítica del hollywood de la época, que nos muestra los entresijos del mundillo de los estudios justamente desde los puntales de la industria, el jefe de estudio, un productor, una actriz de éxito, un brillante director y un conocido y reputado escritor metido a guionista. Todos ellos nos ofrecen magníficas interpretaciones, incluso Lana Turner que nunca ha sido santo de mi devoción y, sobre todo Kirk Douglas, en un papel memorable que, lamentablemente no fue premiado como se merecía, aunque bien es verdad que Gary Cooper en “Sólo ante el peligro” también es una gran interpretación.
Los cinéfilos reconocerán muchos guiños más o menos evidentes a lo largo de la película y, por lo que hemos leído de tanto y tanto que se escribió sobre la producción de “Lo que el viento...”, pues sí que es verdad que bien pudieran estar hablando encubiertamente, o no tanto, de David O. Selnick.
Os dejo una frase que se menciona un par de veces en la película y que resume la máxima de un estudio de cine: “No quiero conseguir laureles. Quiero producir películas que acaben con un beso y den mucho dinero”.

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