En el verano de 1979 algo cambió en el cine. Nunca hasta entonces una
película de ciencia ficción había sido tan siniestra y terrorífica,
nada que ver con la claridad cristalina, aséptica y también inquietante
de la película con mayor impacto del género: 2001: una odisea del espacio. La historia de Alien fue concebida por Dan O'Bannon, quien se inspiró en dos antiguas películas, It: The Terror From Beyond Space y Ten Little Indian in Space.
El guión llegó a una pequeña productora recién fundada llamada
Brandywine. Sin embargo, uno de los productores, el entonces joven
director Walter Hill,
se dio cuenta de que no podría afrontar el presupuesto y acudió a la
Fox para que tomara el mando del proyecto. Hill era la primera opción
para dirigir la película, pero otro de los productores propuso el nombre
de Ridley Scott. Por aquel entonces, Scott sólo era conocido por sus trabajos publicitarios y por haber realizado la estupenda Los duelistas (1977) a las órdenes del prestigioso productor inglés David Puttnam.
Toda la historia de Alien tiene lugar en una nave espacial, el
Nostromo, que en un viaje comercial de regreso a la Tierra intercepta
una señal de socorro procedente de un planeta cercano. En la exploración
uno de los tripulantes es atacado por un extraño parásito que se acopla
a su garganta. Cuando se dan cuenta de que en realidad, la señal
recibida por la computadora “Madre” no era de socorro, sino de
advertencia, la tripulación ya ha dado entrada en la nave a un ser
desconocido y letal. El guión original fue modificado para distanciarse
más de la película de Stanley Kubrick.
Si ahí la computadora Hal lo dominaba todo, aquí se prefirió que la
computadora Madre quedara en un segundo plano y para ello se dio entrada
a un nuevo personaje, el androide Ash (Ian Holm). Al margen de su clara crítica al desmedido afán cientifista del hombre, el éxito de Alien
habría que achacarlo principalmente a tres aspectos. El primero es la
elección de un personaje femenino, la teniente Ripley, para encarnar al
héroe, cosa que no estaba prevista en el primer borrador. El rictus
vigoroso del rostro de Sigourney Weaver
dio al personaje el carisma que necesitaba. El segundo aspecto es el
ambiente tenebroso que logra crear Scott. La atmósfera de la película es
agobiante, claustrofóbica y las tripas del Nostromo (nombre inquietante
tomado de una novela de Conrad, al igual que la cápsula Narcissus en la
que viaja Ripley) parece una interminable red de galerías, una cueva
desconocida en la que cualquier rincón puede esconder una amenaza. Esta
puesta en escena llegó a convertirse en seña de identidad de Ridley
Scott, el mejor ideador de futuros hostiles e irrespirables (Blade Runner).
Y el tercer aspecto y más importante de todos es la criatura misma y su
singular presencia en la pantalla. Diseñado por el pintor surrealista
H.R. Giger, el Alien es un prodigio de imaginación. Su forma de
desarrollarse y su composición ácida son hallazgos descomunales que le
dan un dominio total sobre los humanos. Y, sin embargo, lo mejor de la
criatura no es ella misma sino el tratamiento que Scott le depara. Nada
hay más amenazante que lo desconocido y el espectador, consciente del
peligro, nunca puede abarcarlo del todo. Ridley apenas filma al Alien de
frente y cuando lo hace sólo es por pocos instantes. El monstruo
siempre está escondido a la vuelta de la esquina, entre las sombras, y
aparece sin previo aviso. Sólo vemos los desechos humanos que va dejando
a su paso y esto da al film su genuino carácter terrorífico.
La escena inolvidable
Sin
lugar a dudas la escena más recordada es la que recoge al Alien
rompiendo la caja torácica de su huésped. Tras incubarlo en su
interior, el malogrado Kane (John Hurt)
protagoniza una especie de alumbramiento letal, dando luz no a un ser
humano sino a un monstruo. La escena cobra un realismo extremo gracias a
que ninguno de los actores, excepto Hurt, sabía exactamente qué iba a
pasar. La expresión de la actriz Veronica Cartwright cuando recibe el baño de sangre es sobrecogedora.
fuente: decine21.com

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