sábado, 24 de marzo de 2012

La lista de Schindler (1993) - Steven Spielberg


Es un proyecto que pasó por bastantes manos antes de llegar definitivamente a las suyas. Cineastas del calibre de Roman Polanski, Martin Scorsese o Billy Wilder, nada menos, pudieron haberla dirigido antes que él. El primero lo rechazó por motivos personales, el segundo intercambió proyecto con Spielberg (que iba a dirigir el remake de ‘El cabo del miedo’...), y el tercero intentó hacerse con los derechos, pero en el último momento los perdió en favor de Spielberg, cuando podría haberse convertido en el testamento del maestro austríaco, cuya madre fue asesinada en Auschwitz.
En cualquier caso, resulta apasionante la identificación que Spielberg experimenta por su protagonista, Schindler, y por el interpretado por Ben Kingsley, el contable Itzhak Stern. La notoria y en cierto modo célebre (aunque no fue la única de estas características, por supuesto, y hubo otros casos en los que se salvaron a un mayor número de judíos) historia del controvertido hombre de negocios Oskar Schindler, fue descrita de manera admirable en la novela homónima de Thomas Keneally, que Steven Zaillian, un consumado guionista, convirtió en un libreto también admirable, quizá el mejor que ha tenido Spielberg en muchos años.
El cineasta tomó la decisión, incontrovertible, de filmar en blanco y negro (exceptuando su prólogo y su epílogo), decisión que como se puede apreciar por su imagen, es acertadísima, aunque muchos temían que se pudiera acusar al director de pretencioso por ello. Pero es inimaginable esta película filmada en color, aunque se le hubiese aplicado algún tipo de decolorado, o hubieran decidido emplear una luz fría y siniestra. El blanco y negro era obligado, y en su primera colaboración con su ahora operador habitual Janusz Kaminsky (que aquí firma, de lejos, el mejor trabajo de su vida), consigue una fusión creativa total, para una imagen en verdad sublime.
Para el papel de Schindler, Spielberg contrató a Liam Neeson, y podemos afirmar que la decisión fue acertadísima. Neeson encarna al moralmente equívoco Schindler con una fuerza y una verosimilitud en verdad impresionantes y conmovedoras. Pero todo el reparto está a la misma altura. Fiennes interpreta al despiadado Amon Goeth con similar perfección. Kingsley, uno de los actores más completos de su generación, borda a su contable judío sin apenas mover una ceja. Y así todos y cada uno de los muchos intérpretes, protagonistas o episódicos. Cuando se supo que Spielberg había comenzado a filmar la película, muchas fueron las voces que demostraron su escepticismo. Supongo que muchas de ellas se acallaron cuando, al ver finalmente la película, observaron solamente el esfuerzo de Spielberg en la dirección de actores. Pero claro, hay muchos detalles más que señalar.
El tema de este relato, con el trasfondo del genocidio nazi, es por supuesto el viaje de Schindler desde el cinismo ilimitado de un hombre de negocios implacable y astuto, hasta la compasión absoluta experimentada como catarsis y transformación final. Y este largo viaje es entendido por Spielberg como una peripecia de redención a través de un dolor brutal, sin apenas esperanza. El horror visto muchas veces de frente, con la mirada limpia de un niño asombrado por la capacidad de destrucción y crueldad del ser humano. ¿Y como presenta a este anti-héroe? Es interesante observar que primero vemos sus manos, como hiciera con Indiana Jones, para después armar una magnífica secuencia en la que nos percatamos del poder de persuasión de este arribista sin escrúpulos.
En esta larga secuencia, filmada con maestría, se describe con qué habilidad Oskar se hace amigo de los principales mandos nazis para conseguir lo que se propone: salir de la ruina y forrarse con la guerra. Los azules ojos de Neeson son la viva imagen de la ambición, y en su relación con los hombres de negocios judíos (comiunidad a la que Spielberg no se resiste a criticar por su ánimo de lucro y la cobardía de algunos de ellos) comienza a gestarse su futuro destino.
Pero lo que va a vertebrar este relato son dos relaciones apasionantes, las que unen a Oskar con Itzhak Stern y Amon Goeth, respectivamente la luz y la oscuridad, que curiosamente van a extraer de Oskar lo opuesto a lo que representan. Oskar actúa como un espejo invertido ante ellos: la natural bondad del contable provoca mezquindad y displicencia en Schindler, mientras que la suprema abyección de Goeth (posiblemente uno de los personajes más repulsivos y repugnantes de la entera historia del cine) termina por sacar el lado más compasivo de este hombre tan fascinante y dual.
Schindler, poco a poco, va comprendiendo el momento histórico en el que vive, y la capacidad de ayudar de los judíos de la que goza por su privilegiada posición. Será capaz, por tanto, de pactar con el diablo (porque Goeth es el Mal Supremo), infinidad de veces, sacando partido de él, aprovechándose de su amistad, y aprendiendo a la vez a respetar el estoicismo y la serenidad de Stern.
En conclusión, es una gran película, que roza con los dedos muchas veces la maestría, pero que no la atrapa a manos llenas. Spielberg recupera el talento perdido, o aguado, de sus realizaciones previas, y filma, junto con ‘Tiburón’, ‘E.T.’, y ‘La última cruzada’, una de sus películas más completas y conmovedoras. Se echa en falta, eso sí, una mayor cohesión estilística. Spielberg no es Rossellini, Polanski o Lanzmann, pero vuelve a ser Spielberg. La colección de barbaridades nazis en ocasiones es manipuladora, pero también en otras respira una verdad incontrovertible.
 fuente: blogdecine.com

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