viernes, 24 de febrero de 2012

Alguien voló sobre el nido del cuco (1975) - Milos Forman

Cuando vemos este film, indefectiblemente surge una pregunta: ¿estamos realmente ante pacientes psiquiátricos? Al respecto, varias son las dudas generadas sobre estos personajes, comenzando por el protagonista, Randle C. McMurphy (inconmensurable Jack Nicholson), desvergonzado, libertino, pendenciero, alborotador, borracho y juerguista, enfrentado contra la ley tras la acusación de varios intentos de violación que le llevarían entre rejas. Permaneciendo preso decidió simular un tratorno psiquiátrico para ser trasladado a una institución menos severa que la cárcel. Poco a poco se irá dando cuenta de su error, pues el régimen institucional puede resultar más rígido y cruel que una verdadera prisión.

Esta interpretación, junto a la del terrorífico Jack Torrance en "El resplandor" (Stanley Kubrick, 1980) y a la del obsesivo - complusivo Melvin Udall en "Mejor... imposible" (James L. Brooks, 1997) han convertido a Jack Nicholson en el mítico actor paradigmático a la hora de encarnar a lo más granado de los trastornados mentales.

 Pero sigamos con el análisis personal de otros personajes... Sin ningún orden prestablecido, nos encontramos con el risueño Martini, un juvenil Danny DeVito, afectado por un retraso mental evidente, que sin embargo no le impide ser un avispado a la hora de cambiar las reglas de juego a su favor (Monopoly, apuestas con naipes...)

Continuamos con el vulnerable Billy Bibbit (entonces un cuasi debutante Brad Dourif), aquejado de un retraimiento para nada subsidiario del internamiento psiquiátrico. Si sobre alguno de los personajes de esta película tiene un especial ascendiente la enfermera jefe Mildred Ratched (Louise Fletcher, perfecta en uno de los papeles mas odiosos de la historia del cine) ese es el tartamudo y pusilánime Billy, en cuya vida pasa a ocupar el lugar figurado de una madre castrante. Solamente el ejemplo del díscolo McMurphy parace despertarle del letargo afectivo. Su debilidad y sus contradicciones le llevarán al suicidio. Y esa autolisis representa el colofon perfecto al duelo mantenido entre el ansia de libertad (McMurphy) versus la rutina de las imposiciones y normas cotidianas (la enfermera Ratched).

Y así podríamos continuar con el resto de la "alegre pandilla de chalados" que forman el grupo de McMurphy: el barbudo y silencioso Scanlon (Delos V. Smith Jr), el pedante Harding (William Redfield), el gigantesco Jefe Indio Bromden (interpretado por el actor de origen creek Will Sampson), la jovial pareja de cínicos formada por Fredrikson (el malogrado Vincent Schiavelli) y Jim Sefelt (William Duell), que devotamente ingiere la medicación como quien comulga, el viejo Coronel Matterson (Peter Brocco), obsesionado por las semillas de papaya mientras languidece afectado por una demencia senil, o el asténico Bancini (Josip Elic) probablemente enfermo de un síndrome de fatiga crónica.

A buen seguro, como se demostró en la esperpéntica fuga y excursión de pesca, la mayoría de ellos disfrutaría en la actualidad de la libertad fuera de instituciones especializadas, como tantos y tantos otros pacientes... Quizas todos, excepto el iracundo Taber (Christopher Lloyd) y el histriónico Charley Cheswick (Sydney Lassick), que al igual que McMurphy sufre un electroshock como correctivo de su indisciplina.

Este legendario film de Milos Forman recoge algunos postulados de la Antipsiquiatría, preconizada por Ronald D. Laing al poner en entredicho la noción misma de la locura y al entender como anómala una conducta enfrentada a las limitaciones impuestas por la sociedad. En el hospital mental dirigido en la ficción por el pulcro Dr. Spivey (Dean R. Brooks) y la tiránica enfermera Ratched se interna y se trata a los pacientes contra su voluntad, se les estigmatiza con diagnósticos o se les castiga con prácticas tan crueles como la lobotomía, último intento de llevar al redil a la oveja díscola llamada Randle McMurphy.

A pesar de su éxito en taquilla y de haberse convertido en un clásico film sobre la enfermos mentales, la crítica del sistema psiquiátrico norteamericano no alcanza la intensidad mostrada en otras películas como por ejemplo "Corredor sin retorno" (Samuel Fuller, 1963).

Por cierto, en 1963 se situa la acción de "Alguien voló sobre el nido del cuco". En la ficción observamos unas escenas televisivas en las que se habla de una posible apertura del Muro de Berlín, construido 2 años antes, con motivo de las fiestas navideñas.

Ese mismo año, los Yankees de Nueva York, con Micky Manttle entre sus filas, perdían las Series Mundiales de Beisbol con los Dodgers de Los Ángeles, catapultados a la fama por el zurdo Sandy Koulfax. En una de las escenas cruciales del film, este hecho es narrado por un emocionado McMurphy ante el televisor apagado, provocando el regocijo de todos sus compañeros y la rabia contenida de la enfermera Ratched. La imaginación vuela libre, más alla del nido del cuco, mucho más allá de la represión y de la incomprensión.

Aunque el sistema parece haber vencido la obstinación del individuo, su alma se alzará libre. De esta manera quedó plasmado en la conmovNegritaedora escena donde el Jefe asfixia con la almohada al lobotomizado e inerme McMurphy; así podrá conseguir su anhelada libertad. Tan solo recordar aquí que, tal vez como homenaje de cinéfilo, este mismo procedimiento homicida es empleado por Zorg (Jean-Hugues Anglade) para poner fin al sufrimiento de su amada Betty (Béatrice Dalle) en "Betty Blue" (Jean-Jacques Beineix, 1986).

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